¡Oh, Siddharta Gautama!, tú tenías razón: las angustias nos vienen del deseo; el edén consiste en no anhelar, en la renunciación completa, irrevocable, de toda posesión; quien no desea nada, donde quiera está bien.
El deseo es un vaso de infinita amargura, un pulpo de tentáculos insaciables, que al parque se cortan, renacen para nuestra tortura. El deseo es el padre del esplín, de la hartura, ¡y hay en él más perfidias que en las olas del mar!
Quien bebe como el Cínico el agua con la mano, quien de volver la espalda al dinero es capaz, quien ama sobre todas las cosas al Arcano, ¡ése es el victorioso, el fuerte, el soberano... y no hay paz comparable con su perenne paz!
El deseo es un vaso de infinita amargura, un pulpo de tentáculos insaciables, que al parque se cortan, renacen para nuestra tortura. El deseo es el padre del esplín, de la hartura, ¡y hay en él más perfidias que en las olas del mar!
Quien bebe como el Cínico el agua con la mano, quien de volver la espalda al dinero es capaz, quien ama sobre todas las cosas al Arcano, ¡ése es el victorioso, el fuerte, el soberano... y no hay paz comparable con su perenne paz!
Fuente: Amado Nervo - Poeta