Comprendiendo la vida . . . Autor: Dr. Edward Bach


Del Libro: Escritos reunidos, Curense a si mismos.


Para comprender la naturaleza de la enfermedad se deben reconocer ciertas verdades fundamentales.

La primera de ellas es que el hombre tiene un Alma que es su yo verdadero.

Un Ser Poderoso, Divino, un Hijo del Creador de todas las cosas, del cual el cuerpo, el templo terrenal de esa Alma, es sólo el reflejo más diminuto; que nuestra Alma, nuestra Divinidad Que habita en y alrededor de nosotros, se da por entero por nuestras vidas como Él desea que se ordenen y, hasta donde lo permitamos, siempre nos guía, protege y estimula, vigilante y benéfico al guiarnos siempre a aprovechar las ventajas al máximo; que Él, nuestro Yo Superior, siendo una chispa del Todopoderoso, es por tanto invencible e inmortal.

El segundo principio es que, a medida que nos conocemos a nosotros mismos en este mundo, somos aquí abajo personalidades con el propósito de adquirir todo el conocimiento y la experiencia que se pueda obtener a través de la existencia terrenal, de desarrollar las virtudes que nos faltan y de limpiar todo lo que está equivocado en nosotros, y así avanzar hacia la perfección de nuestra naturaleza.

El Alma cuál es el medio y cuáles son las circunstancias que nos capacitarán mejor para hacer esto, y por ello Él nos coloca en esa rama de la vida que más se adecua a tal objetivo.Tercero, debemos comprender que el corto paso por esta tierra, que conocemos como vida, sólo es un momento en el recorrido de nuestra evolución, como lo es un día de colegio para una vida, y aunque podemos por ahora sólo ver y comprender ese único día, nuestra intuición nos dice que el nacimiento estaba infinitamente lejos de nuestro principio y la muerte infinitamente lejos de nuestro final.

Nuestras Almas, que realmente somos nosotros, son inmortales, y que los cuerpos de los que somos concientes, son temporales, simplemente como los caballos que montamos para hacer un viaje, o los instrumentos que usamos para hacer un trabajo.

A continuación viene un cuarto gran principio, que en la medida en que nuestras Almas y personalidades estén en armonía todo es felicidad y paz, alegría y salud. Es cuando nuestras personalidades son descarriadas del sendero establecido por el Alma, ya sea por nuestros propios anhelos terrenales o por la persuasión de otros, se origina el conflicto.

Este conflicto es la causa fundamental de la enfermedad y de la infelicidad.

No importa cuál sea nuestro trabajo en el mundo – lustrabotas o monarca, terrateniente o campesino, rico o pobre – en la medida en que realicemos ese trabajo en particular según los dictados del Alma, todo está bien, y podemos además, tener la seguridad que en cualquier estación de la vida en que se nos ponga, principesca o modesta, posee las lecciones y experiencias necesarias en el momento para nuestra evolución, y nos da la mejor ventaja para el desarrollo de nosotros mismos.

El siguiente gran principio es la comprensión de la Unidad de todas las cosas; que el Creador de todas las cosas es Amor, y que todo de lo que somos conscientes es en toda su cantidad infinita de formas, una manifestación de ese Amor, ya sea un planeta o un guijarro, una estrella o una gota de rocío, un hombre o la forma más modesta de vida.

Podría ser posible para alcanzar a vislumbrar esta concepción pensar en nuestro Creador como un gran sol abrasador de beneficencia y amor, y que desde el centro irradia una cantidad infinita de rayos en toda dirección, y que nosotros y todo de lo que estamos consciente somos partículas al final de esos rayos, enviados a adquirir experiencia y conocimiento, pero para retornar finalmente al gran centro.

Y aunque para nosotros cada rayo pueda parecer separado y distinto, es en realidad parte del gran Sol central.

La separación es imposible, porque tan pronto como un rayo de luz es cortado desde su origen, deja de existir.

De esta manera podemos comprender un poco de la imposibilidad de la separación, porque aunque cada rayo pueda tener su individualidad, es sin embargo parte de una gran fuerza creativa central.

Por ello cualquier acción en contra de nosotros mismos o en contra de otro, afecta al todo ya que al causar imperfección en una parte se refleja en el todo, cada partícula de lo que finalmente debe llegar a ser perfecto.

Así vemos que existen dos posibles errores fundamentales: disociación entre nuestra Alma y nuestra personalidad, y la crueldad o error para otros, porque este es un pecado contra la Unidad.

Cualquiera de ellas que entre en conflicto conduce a la enfermedad.

La comprensión de dónde estamos cometiendo el error (que muy a menudo no es comprendido por nosotros) y un esfuerzo serio para corregir la falta nos llevará no sólo a una vida de alegría y paz, sino también a la salud.


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Todos los dias tenemos una nueva oportunidad, para hacer de diferente modo, "TODO", replantearnos nuestras vivencias, tomarlas como experiencia, un valor agregado, a cada uno de nosotros, reflexionar, nos hace madurar, nos hace comprensivos, y esta posición nos llevará tarde o temprano a alcanzar el amor y la felicidad . . .