Recordar que somos almas, que somos inmortales y que existimos siempre en un vasto mar de energía es la clave para llegar a la alegría y a la felicidad.
En ese mar energético, toda una serie de espíritus que están para ayudarnos nos conducen por el sendero de nuestro destino, nuestro viaje evolutivo hacia la conciencia de Dios.
No competimos con ninguna otra alma: nosotros tenemos nuestro sendero y ellos el suyo.
No se trata de una carrera, sino de un viaje que emprendemos juntos hacia la luz de la conciencia.
Las almas que han progresado o evolucionado más tienden una mano con amor y compasión a las que se han quedado atrás.
La última alma que completa su trayecto no vale menos que la primera.
Todo es crecimiento y aprendizaje, un crecimiento continúo.
El cuerpo no es más que un vehículo que utilizamos mientras estamos aquí.
Lo que perdura eternamente es el alma y el espíritu.
Nuestras almas existen en una corriente de amor energético.
Nunca nos separamos realmente de nuestros seres queridos, aunque nos sintamos alejados y faltos de amor.
Olvídate del pasado.
Ya no volverá.
Aprende de él y déjalo en paz.
La gente madura cambia constantemente.
No te aferres a una imagen ilimitada, desconectada y negativa de una persona en el pasado. Mírala como es ahora.
Tu relación con los demás esta siempre viva, siempre en continuo cambio.